lunes, 31 de mayo de 2010

Radiografía de la fractura moral

Hace unos días conversaba con una colega, comentario va, comentarios viene, terminamos hablando de una crisis. Esta vez no política, ni remotamente se acerca al colapso económico europeo. Hablamos de una crisis moral o de valores.
¿Por qué plantear una crisis moral social? o ¿De qué hablamos cuando hablamos de crisis de valores sociales? ¿Quiénes intervienen? y ¿Quiénes tienen las herramientas para hacerle frente?

En primer lugar, una crisis es un problema o situación delicada, que puede utilizarse en beneficio o perjuicio futuro, ya que puede ser el motor de un cambio y mejoría o establecer un completo retroceso. Mientras que moral es de acuerdo con Ferrater Mora, “aquello que se opone a lo físico”, (por antonomasia a lo inmoral) “a las ciencias naturales y pertenece al espíritu”. Son en líneas generales, nuestras valoraciones del bien y del mal, lo que preside nuestra conducta o debería presidirla.
Ambos términos tienen varios sinónimos. Podemos ejemplificar: Crisis: apuro, brete, compromiso, depresión, desequilibrio, vicisitud. Moral: deontológico, digno, ético, honorable, integridad, justo, recto.

¿De qué hablamos cuando hablamos de crisis de valores sociales? Partamos de la base de que toda sociedad tiene un génesis, la familia. El ser humano desde que nace esta limitado socialmente, primero de manera informal, por las leyes morales y luego por las formales, la ley escrita. Aunque las primeras regirán (o deberían regir) toda la vida del individuo, si las transgrediere son las segundas las que se aplican.
En esa primera sociedad en la que nos desenvolvemos y damos forma a nuestros parámetros de justicia, solidaridad, respeto, y honradez, entre otros, la autoridad competente son los padres o el adulto referente. ¿Qué es lo que ocurre cuando esos adultos no cumplen con su función?
Se presenta un conflicto, no siempre percibido por los implicados. Uno de los desencadenantes del conflicto suele ser la liviandad en la toma de decisiones o en la imposición de esos límites que son socialmente deseables, y que mantendrían un equilibrio entre los antojos y las necesidades, mi persona y la de los demás, los derechos y las obligaciones.
Frente a esa ausencia de valores morales sustantivos y sostenidos en el tiempo, el individuo comienza a crear una escala de voliciones propia, personalizada y ventajosa, aplicable a conveniencia según la ocasión. Lo que en los primeros tiempos es un niño caprichoso, luego es un adolescente sin consideraciones y a futuro un mal ciudadano. Desde luego, el individuo y la situación moral social se influyen mutuamente.
No obviemos que frente a padres que:
- Dan dobles mensajes;
- Fomentan un marcado favoritismo entre hermanos;
- Otorgan prioridad a las necesidades materiales por sobre las afectivo-intelectuales;
- Tienen un estilo “laissez faire” para evitar “el choque” o mejor dicho la sencilla explicación: “no es que no puedes, sino que no debes”;
- Usan como frase de cabecera “seguro te va mal porque los profesores tienen un problema con vos, nada tiene que ver que no estudies”;
Y por otro lado las autoridades externas a la familia, educativas y/o públicas. Esa demarcación de la que hablamos más arriba debe estar presente en:
- La valoración del esfuerzo;
- El fomento del talento;
- El respeto por la autoridad;
- La camaradería con sus pares;
- La exigencia de una conducta que permita que el individuo sea considerado por si mismo y con los demás;
- Que sepa si transgrediera normas morales fuera del hogar, esas autoridades competentes instrumenten los debidos y necesario correctivos, para que el ser humano que obra mal, sepa que es observado debidamente, en su beneficio y el de sus semejantes.
Caso contrario, nos encontramos a un plazo no tan largo, con un individuo que no conoce ningún tipo de términos o demarcaciones sociales, supone mejor copiar en un examen que estudiar, implicar a un compañero que asumir sus culpas, pelear a puño cerrado con sus hermanos antes que entender que todos merecen un espacio, si consume algún tipo de droga, sus padres no se dan cuenta hasta que es muy tarde (“pues el/ella es agresivo/a por naturaleza” o “la competencia deportiva es así”).

Sintéticamente podemos indicar quienes intervienen en esta fractura. En primera instancia el núcleo familiar (padres, abuelos, tíos, hermanos mayores, tutores). En segunda instancia el conglomerado social (instituciones educativas, de pertenencia social, instituciones públicas y de gobierno). Tercero y último, el individuo adulto.

A posterior, quienes tienen las herramientas para reordenar o hacer frente a este quiebre son en el mismo orden que la apreciación anterior, adultos responsables durante la niñez y la adolescencia; las instituciones sociales entre la adolescencia y la vida adulta y por último el ciudadano adulto.

Permítanme cerrar citando a José Ortega y Gasset. En su espectacular ensayo sobre la sociedad de masas, explica agudamente que hay una tendencia, menoscabo gradual del sentido moral de la responsabilidad (como compromiso, trabajo, competencia, madurez, solidaridad). Esta tendencia hacia la desmoralización social supone, la desidia del sentido más cabal de mi responsabilidad con el prójimo, que resulta ser un elemento destructivo para la sociedad. Significa también una escisión directa entre la acción de cada individuo y el total de la historia.

1 comentario:

  1. hola vi el nombre del blog en 24con. soy maestra jardinera. los chicos cada vez se portab peor porque los padres cada vez les ponen menos limites, casi actuan como si no les importarn. tienen varios hijos pero de ninguno se ocupan demasiado.

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