viernes, 3 de diciembre de 2010

Participación Ciudana V

La realidad social




Podríamos plantear la vida en sociedad como un triángulo equilatero (con todos sus lados y ángulos iguales), uno de sus vértices se llama vértigo, el otro anomia, el último polaridad.



La sociedad por definición es “un grupo de seres vivos que comparten su hábitat y se encuentran en relación de dependencia para cubrir necesidades básicas y asegurarse la supervivencia”.
Esta realidad se compone de unidades más pequeñas a las que llamaremos comunidades. Por citar algunos ejemplos, encontramos comunidades locales o de lugar, cooperativas, y han calado hondo las comunidades virtuales, resultando una realidad de nuestro tiempo. Estas últimas dan lugar a comunidades interprovinciales o incluso internacionales de intercambio de información, conversación, nuevas formas de participación y demás.
Planteo el concepto de anomia, como una característica oportunamente pensada en nuestro estilo de vida. Luego de períodos de prosperidad económica el hombre, la familia, que ha alcanzado un cierto nivel de crecimiento económico, tiende a aislarse de los demás, del resto. Los hijos aprenden una socialización limitada y/o sesgada, donde los parámetros de lo considerado “realidad social” se estrechan considerablemente.

La palabra polaridad hunde sus raíces en la geografía. Cuando hablamos de tierras polares o los extremos magnéticos del planeta, nos referimos a que tienen una orientación fija:
v Norte o sur.
Si trasladamos este concepto a la sociedad en que vivimos, advertiremos que por momentos pivotamos entre:
· alegría y tristeza;
· adeptos y detractores;
· riqueza y pobreza;
· incluidos y excluidos;
· endiosamiento y repudio;
· conmigo o en mi contra.
No hay manera de generar conciencia social, participación democrática, ni esperanza de cambio si no tomamos conocimiento de que pensar diferente o el desacuerdo, la multiplicidad de opiniones en sí misma, la discusión sana…son parte del juego democrático y de la realidad de un gobierno republicano. Actualmente nos encontramos frente a una paradoja, en pleno ejercicio de un gobierno democrático y de uno de nuestros derechos, como la libertad de expresión, pensar diferente nos convierte en golpistas.
Diagnóstico y pronóstico del vértigo social. Instantaneidad, la velocidad domina nuestras vidas. La presura con la que deseamos que nuestros hijos superen a sus pares; esperamos que la economía se “arregle” a la semana de que asume un nuevo ministro; devoramos el almuerzo o la cena un cinco minutos; construimos castillos en el aire que implosionan en breve; las relaciones afectivas duran cada vez menos por falta de sustancia o de sustento. Vivimos en medio de una constante sensación de inestabilidad, rotación y alteración de la realidad. Nosotros giramos en un campo gravitatorio de 24 horas 365 días al año ¿o es la realidad que nos subyuga?
El estrés es la causa más frecuente de vértigo, y suelen presentarse alteraciones en los sistemas neurológicos o de coordinación y los vasculares o de compromiso.
¿Cómo nos damos cuenta que sufrimos vértigo social?

Porque las alteraciones más evidentes son:
Dificultad para caminar o avanzar.
Mantener el equilibrio o sensación de que caemos indefinidamente.
Ladearse de costado o infringir cánones morales.
Ruido ensordecedor que lleva a perder la capacidad de escucha, en lo progresivo dificulta el diálogo.
La detección de esta afección es compleja y tiende a confundirse con otras patologías. Los especialistas aseguran que lo mejor es educar e informar para actuar ante los primeros síntomas.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Participación ciudadana IV

El conglomerado social

Todo depende del cristal tras el que se vea….acerca de este tema (el conglomerado social/ la vida en sociedad), podríamos enumerar varios autores y explicar sus teorías, más el objetivo de tratar de comprender el conglomerado o realidad social y nuestra función en él, se aleja de la teoría para llevarnos a la práctica activa de la ciudadanía.
En el entramado social cada uno de nosotros es un nodo, no un nudo. Somos un vínculo con otros individuos, con otras realidades, saberes, expectativas, afectos y efectos heterogéneos. Madres, padres, hijos, trabajadores, estudiantes, emprendedores, abuelos, hermanos. Tenemos en simultáneo una serie de roles que cumplir, cada uno de ellos asociado a una necesidad en particular, a un fin último. Todos estos roles nos hacen parte de algo, de una verdad que de tan evidente pasa inadvertida:

Somos seres sociales.

Pero esa sociedad que necesitamos y que se nutre de nosotros, no puedeser todo “voluntad y afecto”, necesita de los límites de la razón.


Recuerdo estar estudiando, preparaba un final de Filosofía Política sobre John Locke (1632-1704) y me han quedado grabadas tres características de su teoría:


a) La verdadera fuente de progreso será la razón.
b) Cuando el hombre sea libre e instruido podrá construir el paraíso.
c) Los hombres son naturalmente buenos, pero la sociedad no puede existir sin gobierno, por lo tanto sin poderes ni soberanía política.

¿Qué somos nosotros aislados de la sociedad o al margen de las leyes que permiten la convivencia y garantizan nuestros derechos?

La educación individual, nuestras preferencias, el núcleo socio-familiar y los esfuerzos personales, nos diferencian a unos de otros. La igualdad como tal no existe, lo que si nos consta es la intención de proveernos de circunstancias que permitirían que accediéramos a determinados beneficios.
Distintas problemáticas de la cultura, la salud o la economía nos afectan, alterando cualquier posibilidad de igualdad. El mérito académico, denostado en estos días, marca la imposibilidad de conformidad o igualitarismo, pero abre la puerta a las potencialidades individuales y a la cooperación y solidaridad, para que el alumno con ventajas intelectuales colabore voluntariamente con el que presenta dificultades.

Para ejemplificar un poco más: pagar nuestros impuestos con puntualidad, tener el auto asegurado, concurrir a los comicios electorales, mantenerse actualizado en materia de información cotidiana, son parte de una realidad común. Cada uno imprimirá sus propias características de acuerdo al bagaje emocional, cultural e intelectual que posea.


La participación en la vida cívica evita el aislamiento, nos hace buenos ciudadanos, gozamos de derechos y contraemos compromisos que son necesarios para seguir formando parte activa de la vida social.

La sociedad está bien ordenada cuando

los ciudadanos obedecen a los magistrados

y los magistrados a las leyes.

Solon de Atenas( 640 a.C. - 560 a.C.-aprox-)