jueves, 16 de diciembre de 2010

Época de fiestas: tropiezos, milagros y otras yerbas.

Queridos lectores, reflexionando un poco sobre esta época, aunque no demasiado, capte entre viajes de ida y vuelta, que al margen de las circunstancias que vivimos como país…hay por aquí y allá espíritu festivo.
Yo sin ir más lejos estoy un poco más festiva que otros años, vaya uno a saber porque. La realidad es que estamos todos (sino unos cuantos) marcando los días que faltan para salir de vacaciones… y sin embargo cualquier excusa es buena para brindar, antes, durante y después de las doce (de Noche Buena y Noche Vieja)

Es bastante interesante lo que me deja en realidad impactada, la cantidad de compras que hacemos antes del gran día (bebida, comida, adornos, bebida, comida, algunos presentes)

El tropiezo, no es una comparación filosófica, sino que me ocurrió en un vereda en reparación, abarrotada de gente, esta gente estaba cargada de bolsas con obsequios (por deducción) que por dureza y contundencia de los golpes estimo eran de buena calidad. El andamio de la reparación era de caño, tengo que aclarar que si algún fragmento me quedó a la altura del codo no fue por gusto, fue por ley de gravedad.

Es un clásico, que cada vez que brindamos ya sea para Navidad o Año Nuevo, uno pide 3 (tres) deseos. Como voy entrando en mi tercera década (a mucha honra y espero que con gracia) dejan de ser deseos para convertirse en lo que llamo: Operativo Milagros.
Tiene una varias cosas que pedir en calidad de deseos, pero el pedido se me hace un poco extenso, entonces termina siendo una petición a la divinidad de turno lo bastante desarrollada. A la sazón para cuando dieron las doce y diez (00.10) apenas termine de esbozar el segundo deseo. Por lo tanto el tercero inconcluso de Navidad siempre es el primero de Año Nuevo, y el tercero de Año Nuevo queda por descarte para la Navidad siguiente.

Para las festividades del año pasado leí un par de frases, voy a detenerme en la primera. Decía más o menos así: “Bendita sea esta fecha que a todo el mundo une en una conspiración de amor”. Es un poco melosa, pero tiene algo de sentido, el taxista que suele llevarme a la parada de colectivo y habitualmente no me da ni los buenos días el miércoles me dijo:
-Señora…por si no la veo antes, feliz navidad y prospero año nuevo-
Atónita me quedé.
Lo mismo un comerciante local, bastante escaso de vocabulario y buenos modos…deslizó tímidamente un:
- Felicidades para usted y los suyos- benditas sean las fiestas.
Esta época tiene el poder de convertir al más parco, obtuso y me arriesgo a decir con bajo índice de consideración al prójimo en un ser humano sociable. Es eso o mis lacónicos Buenos días, buenas tardes, buenas noches, por favor y gracias, que nunca tienen eco los hartaron. Cuento con que sea lo primero.

La otra frase decía algo así: “No existe la Navidad ideal, solo la Navidad que usted decida crear como reflejo de sus valores, deseos, queridos y tradiciones”.
Le explicaba a una entusiasta promotora de supermercado porque no iba comprar pan dulce por más que me siguiera por todo el supermercado. La chica que no entendía un no por respuesta (esta característica tan propia de nuestro género me encantó), me termina preguntando ¿cómo es posible que no coma pan dulce para las fiestas? Eso fue un golpe en medio de la cabeza, ¿qué clase de persona soy? (me pregunté para mis adentritos) pero de momento no conteste y tampoco compré el pan dulce.
Que no coma pan dulce que es un producto tradicional, nada tiene que ver con mis valores y mis deseos. Pero no me iba a poner a explicarle eso.

Lo cierto es que la sola idea de las festividades, nos acelera un poco los corazones, y hay en el aire, al menos por esa semana una especie de permanente alegría.

Si estamos apurados, o nos queda por hacer la lista de regalos y tenemos que enviar las tarjetas… Que cuando el momento llegue nos haga recordar, por más fugaz que sea el instante, esa expectativa que nos diferenciaba de los adultos cuando éramos chicos, que la calidez envuelva el hogar. Recordemos con cariño a los que no están, pidamos deseos nobles (egoístas, pero nobles), preparemos la mesa con entusiasmo ya que nunca sabemos quien puede llegar. Aceptemos que cada minuto que vivimos es un milagro irrepetible, como dice Joan Manuel Serrat: El milagro de existir, el instinto de buscar, la fortuna de encontrar, el gusto de conocer...


Les confieso uno de mis deseos queridos lectores, para todos y cada uno, que aprovechemos al máximo este tiempo que nos fue concedido en la tierra, que hagamos lo mejor que podemos con lo que tenemos al alcance de la mano, amemos y lloremos pues el llanto también es parte de la vida, que nuestros pies sigan el camino que elegimos y que al final de él, al mirar atrás no tengamos nada de que arrepentirnos.

(Ven porque no me alcanza el tiempo para pedir tres)

Para todos ustedes muchas felicidades.

Elizabeth.