viernes, 18 de junio de 2010

Suicidio

Impresiona, perturba, genera impotencia y a la vez una extraña necesidad de saber ¿por qué?
Me pregunté varias veces sobre los motivos que llevarían a un individuo a suicidarse, a terminar su vida de manera brusca y antes de su tiempo.
Investigando un poco, me encontré con una definición de suicidio, cual es el significado que se le atribuye mundialmente a este acto voluntario, y que requiere de un gran coraje, aunque pueda entenderse por cobardía, de una no aceptación de la propia vida.

La OMS entiende por suicidio:

Todo acto por el que un individuo se causa a sí mismo una lesión, o un daño, con un grado variable de la intención de morir, cualquiera sea el grado de intención letal o de conocimiento del verdadero móvil.

Jóvenes y adultos con vidas aparentemente normales toman esta ruta todos los días. Lo cierto es que no es nuevo. Es una forma de escapar o de evadir una vida que les resulta difícil, triste, en algunos casos ajena o incomprensible con su ideal de existencia, si lo hubiere.

Cuando escuchamos que un adulto se suicida hacemos conjeturas sobre su situación financiera, su vida amorosa o sus creencias religiosas. Pero es muy diferente cuando sabemos qué jóvenes entre los 13 y los 20 años se suicidan. De forma inexplicable o de modo imprevisible.

Lo ocurrido en Rosario de la Frontera (Salta) puede resultar aberrante, por el número en simultáneo. Aunque hay antecedentes de suicidios de personas jóvenes en el norte de Santa Fe. En el año 2008, alrededor de 20 jóvenes de distintas edades optaron por suicidarse, también en 2005, en el departamento Vera se suicidaron ocho jóvenes en menos de 100 días, captando sin duda la atención del ministerio de salud y algunas ONGS. Aunque parece que no lo suficiente para evitar la proliferación de estos casos.

Los motivos que tiene un individuo para acabar con su vida, varían dependiendo de algunos factores, tales como:
*Franja etaria (edad en la que se encuentran)
*Situación social (acceso a la educación, grupos de pertenencia, posibilidades de desarrollo moral e intelectual)
*Afectividad (relaciones con sus padres, modelos, vínculos fraternos, amistades)
*Su salud (física, mental, espiritual)

Sin dudas, vivir en un mundo donde lo que importa es ser lindo y exhibirse, tener dinero, estar permanentemente rodeado de gente (aunque no nos conozcan y no les importemos), vivir en lo superfluo o trivial, no saber nada de nadie aunque estemos en contacto a diario. La crisis de valores, de nivel de compromiso con lo que hacemos, de respeto por nuestros semejantes como personas con igual dignidad que nosotros. Otro de los motivos, la carencia de compromiso de padres y adultos que asuman su responsabilidad como tales. Se han desligado de la función de educadores, cuando como dice una vieja expresión: “La educación empieza en casa”.
Los adultos de la casa son los primeros responsables de la educación, salud y el sustento de los menores que en ella habitan. Deben imponer límites y normas que les permitan a estos individuos en formación tener vidas sanas, plenas y satisfactorias, consigo mismos y con los demás.

Los psicólogos se capacitan, los docentes y directivos de instituciones educativas también, médicos, entrenadores físicos o deportivos. ¿Y los padres? ¿Por qué no insistir en la necesidad de padres presentes?

Por otro lado ¿cómo llamamos la atención del Estado? Porque asumamos que abrimos una escuela para padres, que tiene éxito y que los progenitores asisten de forma masiva. Pero vivimos en un país que ignora las problemáticas de la ciudadanía, que no entiende de falencias en el sistema de salud, de apremios financieros, de inseguridad, de analfabetismo.

¿Qué podemos hacer como seres humanos para generar condiciones que les permitan a las generaciones futuras un lugar en la cadena productiva? ¿Qué los hagan sentir que son parte de un todo que va más allá de ellos mismo? O en el mejor de los casos, que tengan la certeza de que estudiar y trabajar los va a conducir a una vida estable, de provecho y dignidad como personas. Que pueden superarse a sí mismos, deportiva, artística o intelectualmente.

Necesitamos generar expectativas y darles esperanzas, en carácter de urgencia.

domingo, 13 de junio de 2010

La paz social, tan necesaria.

Hace unos años (no voy a decir cuantos) leí un texto de Joseph Rosblat, en su aceptación del Nóbel de la Paz en 1995.
Vivimos en una sociedad en líneas generales violenta, en la cual, al margen de las buenas intenciones que tengamos en lo personal(para con nuestros afectos), en lo colectivo podemos comportarnos de manera agresiva, egoísta, y como verdaderos depredadores afectivos.

Es muy posible que esto que leen no les guste, y está bien. Puesto que no tenemos que pensar igual, es lo sano de que seamos diferentes y lo aceptemos. Creo que debemos trabajar un poco más por la paz y la no violencia, para generar espacios de crecimiento sanos para las generaciones futuras.


Copio un fragmento para la reflexión:


“Desde chico sentí pasión por la ciencia. Pero la ciencia, el ejercicio del poder supremo del intelecto humano, siempre estuvo ligado, en mi mente, al beneficio de las personas. Para mí, la ciencia tenía que estar en armonía con la humanidad. No imaginaba que la segunda mitad de mi vida estaría dedicada al esfuerzo de ahuyentar un peligro mortal para la humanidad creado por la ciencia. (...)

Ya hice un llamado a las potencias mundiales y a los científicos respecto a la toma de conciencia. Aún queda un tercer llamado. Mi tercer llamado es para los ciudadanos de todos los países. Ayúdennos a establecer una paz duradera en el mundo. La totalidad de la especie humana está en peligro, ya sea por causa de las armas nucleares o de otros medios de destrucción total que pueden producir otros adelantos científicos. (…)

Cualquiera sea el sistema de gobierno que se adopte con el tiempo, es importante que se tenga en cuenta a la gente. Tenemos que transmitir el mensaje de que salvaguardar nuestra propiedad común, la humanidad, requerirá que desarrollemos en cada uno de nosotros una lealtad nueva: la lealtad a la humanidad, lo cual exige un sentimiento de pertinencia a la raza humana. (…)

No se si se cumplirá o no; no se si alguien escuchará no mis plegarias sino la de millones de personas en el mundo; tampoco si será la mejor solución o no… realmente no lo sé. Pero por favor, por sobre todo, recuerden su humanidad.”