jueves, 9 de mayo de 2013

Pobre de la generación que deba juzgar a sus propios jueces, dijo Tato.


He seguido las últimas semanas el debate en el Congreso respecto de la reforma judicial mal llamada “Democratización de la Justicia”. Cuantos conceptos conocidos tienen significados diferentes en la voz del oficialismo.

Nuestro país que adoptara la forma Republicana, Representativa y Federal, que suscribe a la división de poderes del Estado y lo refleja así en su Carta Magna, se ha convertido en los últimos años y en especial en los últimos 10 (diez) en una caricatura legal.

Con el transcurrir de los diferentes gobiernos se ha perdido “el espíritu de las leyes”, la independencia de los poderes del Estado para actuar de contrapeso o evitar abusos por parte de alguno de ellos. Un poder legislativo ciego y obsecuente, y el judicial manipulado y cooptado por el oficialismo, nos dejan a los ciudadanos a merced  de un poder ejecutivo corrupto  y moralmente nocivo con un enorme aparato de propaganda. Esto nos ubica en una situación de fragilidad cívica, alimentada por la falta de representación política y un poder judicial indiferente.

Con la reforma judicial en marcha, podemos decir adiós a los derechos de los ciudadanos protegidos y garantizados por la Constitución Nacional y le damos la cordial bienvenida a la inestabilidad jurídica y la inconstitucionalidad a medida.

Lic. Elizabeth Farias